miércoles, 2 de marzo de 2011

Recibí un regalo... comparto un regalo

Estábamos en una reunión de amigos, era a mediados de los 80 y hubo un momento en el que, estando de pié en una escalera del interior del edifico pudimos hablar tranquilamente.
Me contó de su experiencia.

Me dijo:
“Mira Marcos, para mí es muy, muy difícil, explicar con palabras definir con palabras lo que sentía. Quizás lo que más lo puede ilustrar es que yo me sentía más plano que una pared. Era una sensación muy extraña, pero si puedo decir que me sentía más plano que una pared.
Lo que te puedo asegurar es que ese Dios, esa idea de Dios del que nos han hablado no es real, ese Dios no existe.
Es por eso que no había un Dios ante mí que me juzgase, porque no existe como lo creemos.
Lo curioso es que si existe ese Dio, Él había estado dentro de mi toda mi vida.
Como ese Dios había estado toda mi vida dentro de mí lo sabía absolutamente todo de mí.
Si había hecho algo, sabía el porqué lo había hecho.
Si no había hecho algo sabía el porqué no lo había hecho.
Es por ese hecho que no podía justificarme de nada.
Lo sabía todo de mí.
Sabes Marcos, en ese momento me di cuenta que mi vida no había servido de nada y, lo peor de todo, es que no había servido de nada ni a mí mismo.
Entonces empecé a llorar, empecé a llorar desconsoladamente pidiendo una segunda oportunidad.
Es así el porqué ahora estoy de nuevo aquí hablando contigo.
Me la concedieron.
Y no es que mi vida haya cambiado mucho.
Tú sabes que ahora no puedo hacer grandes cosas, pero lo que ha cambiado es cuando empiezo el día cómo lo siento, cómo digo buenos días, cómo veo la vida.
Lo que ha cambiado es cómo la vivo, como la siento a cada instante.
¿La muerte? La muerte ya no me da ningún miedo.
Sé que estoy viviendo una prórroga y en cualquier momento me puedo ir, pero ya estoy tranquilo”.

Esto es lo que me contaba mi buen amigo A.
Me contó que una crisis respiratoria muy fuerte le hizo ir de urgencias al Hospital Clínico de Barcelona.
Allí vivió esta experiencia que he relatado y que no es más que vivir en esta vida la muerte y regresar de la muerte a esta vida.
Tuvo una neumonía fuertísima y durante un tiempo, bajo la visión médica de los médicos murió en vida y regresó después.
La causa de su debilidad es que había contraído el SIDA y su cuerpo no tenía defensas. Lo supo en tras ese momento que se había contagiado.

Al respecto me dijo:
“Yo sé como lo he contraído el SIDA.
Mira Marcos yo no me he drogado nunca, yo no he tenido experiencias homosexuales. Ni ni lo soy ni lo he sido.
A mí me gustan las chicas y si he podido tener alguna relación con alguna chica no lo he desaprovechado.
¿Sabes cómo me contagié?
“No, no lo sé”  - le respondí
Fue en Canarias  -me respondió-  fue cuando estuve allí haciendo la mili. Fue en una discoteca, bebí de un vaso de whisky que no era el mío.
Me contagié con la saliva que allí se había quedado.
Te aseguro que fue así, yo lo sé”  - me dijo.

Y yo le creí y le creo.
Me dijo también que él sabía que estaba viviendo una prorroga y que en cualquier momento se iría. Me contó que los médicos del Hospital Clínico no entendían para nada su caso.
Me contó que los norteamericanos se lo querían llevar a los Estados Unidos a él, con gastos pagados y a su familia para que le acompañasen porque querían estudiar su caso.
Nadie entendía como en él, el SIDA, en lugar de ganar terreno lo iba perdiendo día a día.
No entendían y querían entender.

Y él me dijo a ese respecto:
“No voy Marcos, no voy a ir.
No entenderían nada, no entenderían absolutamente nada aunque les explicase lo que siento, lo que yo sé que me está pasando”.

Se quedó entre nosotros un par o tres de años más.
Se fue muy rápido, tras un agravamiento de su estado físico, agravamiento que apenas duró una semana.

Si he contado esto es por varías cosas:
Por rendir un homenaje a un amigo
Porque pienso que si me dio su testimonio, y su autorización para contarla cuando creyese oportuno, es para compartirla y para que éste sea de utilidad a quien quiera atenderla. Porque si supe esto debo compartirlo
Y porque esa experiencia es un regalo que él tuvo y es un regalo que él me dio…
…y porque ese regalo, como regalo, quiero pasarlo.

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