martes, 12 de junio de 2012

Manzana 2


Qué hubiera pasado si, tal como nos cuenta la historia, a Isaac Newton en lugar de caerle una manzana, en la cabeza le hubiesen caído 7.356.982 manzanas…



O si se hubiese movido del lugar que estaba sentado y no le hubiese impactado la manzana en la cabeza…,
…o sencillamente no hubiese estado aquel día en aquel lugar...,
... o el árbol bajo el que se cobijaba no hubiese sido un manzano…

Qué hubiese pasado si no hubiera pasado lo que pasó.

Nunca lo sabremos….

Estas preguntas, alguna exagerada en tono de broma me llevan a una reflexión y es la de la sincronicidad.

En realidad todo lo de ese instante fue todo una cadena de sincronicidades.

Que Isaac Newton estuviese solo…,
…que sintiese la necesidad de dar un paseo y de sentarse a los pies de un manzano,
…que fuese la estación en la que maduran las manzanas,
... que esa manzana precisamente esa estuviese sobre su cabeza y que una brisa de aire, un repiqueteo de un pájaro o quién sabe qué la hiciese caer,
…que estuviera pensando en lo que pensaba y que eso le llevase a esa famosa reflexión,
…que, que, que…



A veces me he preguntado si fue el impacto de la manzana en la cabeza de Isaac Newton la que accionó una conjunción explicita de neuronas que lo guió a sus reflexiones tras el aterrizaje de la manzana en su sesera.



Todo es pues una sincronicidad, una perfecta sincronicidad que por cuanto he aprendido somos nosotros mismos quienes la creamos, especialmente cuando la naturaleza de nuestro pensamiento es benevolente o, mejor dicho, es lo menos malevolente posible.

Si, estoy convencido de que somos nosotros quienes creamos esas condiciones sincrónicas que nos llevan al encuentro de algo que buscamos ansiosamente o que debemos encontrar porque nosotros habíamos programado que así fuera.

Y a esa sincronicidad le llamamos tambien vida. 

Nuevamente fue una manzana el desencadenante causal/casual del origen de una teoría que luego pasó a ser un riguroso principio físico: la ley de la atracción y de la gravedad y de cómo ésta afecta a los cuerpos celestes y al mismo universo y como rige su devenir.

La primera manzana, la de Adán y Eva nos llevó a desarrollar, necesaria o innecesariamente, una conciencia de este espacio tiempo.

La segunda manzana nos conecta, a través del pensamiento de un genio entre genios, a tomar conciencia con nuestro alrededor y con todo el conjunto que nos rodea y a tomar en consideración las leyes que rigen este devenir y por consiguiente a evolucionar.
Nos hace conscientes de que la Ley es la que rige siempre y que su conocimiento y su observación nos permite adecuarnos a ella y por consiguiente a estar en armonía.

La primera manzana es la Tierra.
La segunda manzana nos conecta con el Universo entero...



Y con ésta ya van dos.

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