lunes, 28 de marzo de 2011

A mi padre le oí decir... y de algunos padres he sabido que han dicho

A mi padre le oí decir en una ocasión:
"Es curioso que para manifestar conmiseración a una persona se dice de ella que es un pobre diablo, en cambio para insultarla se dice de esta misma persona que es un perro”.

Basado en esa reflexión caí en la cuenta que a veces me da la sensación de que todo lo entendemos al verrés.

Un ejemplo Jesshua del agua hizo vino y nosotros del vino hacemos agua.

Es por eso que no me extraña que se les haya llamado salvajes cuando en realidad son más sabios de lo que se había creído.

Extractos del libro:
"Ni lobo ni perro. Por senderos olvidados con un anciano indio"
de Kent Nerburn.

“Nosotros los indios sabemos del silencio.
No le tenemos miedo.
De hecho, para nosotros es más poderoso que las palabras….
nuestros ancianos fueron educados en las maneras del silencio,
y ellos nos transmitieron ese conocimiento a nosotros.
Observa, escucha, y luego actúa, nos decían.
Ésa es la manera de vivir.
Observa a los animales para ver cómo cuidan a sus crías.
Observa a los ancianos para ver cómo se comportan.
Observa al hombre blanco para ver qué quiere…
Siempre observa primero, con corazón y mente quietos,
y entonces aprenderás.
Cuando hayas observado lo suficiente, entonces podrás actuar
Con ustedes es lo contrario. Ustedes aprenden hablando.
Premian a los niños que hablan más en la escuela.
En sus fiestas todos tratan de hablar.
En el trabajo siempre están teniendo reuniones en las que todos interrumpen a todos,
y todos hablan cinco, diez o cien veces…
y le llaman "resolver un problema".
Cuando están en una habitación y hay silencio,
se ponen nerviosos.
Tienen que llenar el espacio con sonidos.
Así que hablan impulsivamente, incluso antes de saber lo que van a decir
A la gente blanca le gusta discutir.
Ni siquiera permiten que el otro termine una frase.
Siempre interrumpen.
Para los indios esto es muy irrespetuoso e incluso muy estúpido…  
si tú comienzas a hablar, yo no voy a interrumpirte.
Te escucharé.
Quizás deje de escucharte si no me gusta lo que estás diciendo.
Pero no voy a interrumpirte…
cuando termines, tomaré mi decisión sobre lo que dijiste,
pero no te diré si no estoy de acuerdo, a menos que sea importante...
de lo contrario, simplemente me quedaré callado y me alejaré.
Me has dicho lo que necesito saber…
No hay nada más que decir.
Pero eso no es suficiente para la mayoría de la gente blanca.
La gente debería pensar en sus palabras como si fuesen semillas.
Deberían plantarlas, y luego permitirles crecer en silencio.
Nuestros ancianos nos enseñaron que la tierra siempre  nos está hablando,
pero que debemos guardar silencio para escucharla.
Existen muchas voces además de las nuestras.
Muchas voces…”.




Lo dicho, no eran tan salvajes


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