sábado, 21 de agosto de 2010

Sobre algunos inmigrantes

Me pasó esta semana. Tuve la oportunidad de llevar a un chico que, sin hacer autostop espcificament,e iba caminando por la carretera hacia su población de destino. Instintivamente me paré y me ofrecí a llevarle. Me explicó que el trende BCN er un directo y paró un pueblo despues del suyo. Para evitar 1 hra 30 de espera decidió regresar a su pueblo andando.
Tenía una alura especial, bien vestido, joven, de color negro su piel, aseado y perfumado. Al despedirme me ofreció una gran sonrisa. Pensé que para mí había sido un encuentro muy lindo si bien fue, simple y sencillo, se llamaba Daniel.
Al día siguiente leí una entrevista a un hombre que con el top manta recorre el litoral intentando ganarse la vida. Su relato me impresionó, tambien era alguien de color, del Sengeal concretamente. Dijo que al llegar a Europa, con su VISA y cn su viaje legal, le impactó que hubiese gente que durmiese en la calle.
Mientras leía esa entrevista un hombre y una mujer, en un bar en Empuriabrava hablaban, ella le contaba sus vicisitudes, su dificultad para vivir con un mínimo de dignidad  -debía dormir en el balcón pues su dormitorio estaba negro por la humedad con un edor que le producía hasta dño. Tambien ambos eran de color.
Un signo ue para mi me "conecta" con el Espíritu me acompaño esa tarde en la terraza de áquel bar.
Me pregunto como consecuencia de ello. ¿Qué pued hacer para ayudar a esta gente que la seinto noble y buena?
¿Qué se puede hacer...?
Si alguien sabe una respuesta o tiene una indicación o un hilo de Ariana del que poder tirar desde ya gracias por compartir
Incluyo el articulo que lei:

Gente corriente
Mansour N.
Mantero.
Dejó en Dakar a esposa y cuatro hijos por perseguir un sueño de prosperidad. La realidad ha resultado ser decepcionante.
Mansour N.: «Lleno el vacío que siento caminando por la playa»
Jueves, 19 de agosto del 2010
El top manta es ilegal, sí. Un delito contra la propiedad intelectual. Pero detrás de la manta hay hombres sin papeles arrastrados por un sueño equivocado, metidos en una vía muerta, perseguidos, ignorados por la mayoría. Uno de ellos es Mansour N. (Dakar, Senegal, 1963), conocido entre sus colegas como Joe. Llegó a Barcelona en noviembre del 2008.

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Información publicada en la página 48 de la sección de Contraportada de la edición impresa del día 19 de agosto de 2010 VER ARCHIVO (.PDF)
–Me duele tanto la espalda que tengo que dormir boca abajo. Cargo con unos 25 kilos y, al correr, el fardo me golpea la columna. No hay un día tranquilo. Siempre aparece la policía. Y todo para ganar muy poco.
–¿Le importa decir cuánto?
–Puedo sacar 20 o 30 euros al día. Pero hay días en los que no gano nada. Y tengo que comer, y pagar el alquiler y las facturas. Nunca tengo nada. Para comprar los bolsos que vendo recojo chatarra durante una semana. Voy con el carrito, buscando en los contenedores. Antes los obreros te daban los cables de cobre, que se pagaba bien. Pero con la crisis, lo venden ellos mismos. Si la policía me requisa el género, estoy perdido.
–Cuénteme un día cualquiera.
–Voy en metro a los almacenes donde compro los bolsos, los cargo y trabajo unas tres o cuatro horas al día. Suelo ir por la Costa Brava, porque en Barcelona la policía es cada vez más agresiva.
–¿Le han pillado alguna vez?
–Dos o tres. Pero se han limitado a tomarme las huellas dactilares y me han soltado.
–Lo que hace no es legal.
–Cierto. Y créame que quiero otro empleo. Los europeos se llenan la boca hablando de derechos humanos, pero ¿qué derechos tiene el que no tiene papeles? Para tener papeles hay que tener trabajo y no hay trabajo sin papeles. Si no se legaliza a los inmigrantes, pierde todo el mundo. Somos gente que no pagamos impuestos, que no cotizamos a la Seguridad Social. Dinero desperdiciado.
–De usted también se aprovecha una red de falsarios.
–Yo no conozco a los que mueven el negocio del top manta. No sé de dónde viene el género. Me limito a comprar y a vender.
–¿Qué hacía en Senegal?
–Trabajé en el puerto de Dakar, encargándome de entregar los contenedores de los barcos a los clientes. También fui agente de seguridad en embajadas y bancos.
–¿Dejó familia?
–Dejé a una esposa y a cuatro hijos, de 20, 16, 12 y 10 años.
–¿Hubo una razón para irse?
–El sueño de todo africano es viajar a EEUU o Europa. En África los imaginas como lugares donde puedes ganar dinero fácilmente. Y yo vine para ganarme la vida.
–¿Una travesía penosa?
–No. Vine en avión y con la visa. La primera semana la pasé observando. Hice lo que hacen todos los sin papeles: enterarme de cómo trabajar, ir en metro, comprar la mercancía...
–¿Algo le impactó mucho?
–Me impactó mucho ver a gente durmiendo en la calle. ¡Jamás hubiera imaginado que en Europa la gente no tuviera dónde dormir!
–Usted tiene dónde dormir.
–Sí. Al principio compartí piso con siete africanos, pero no fue una buena experiencia. Ahora vivo con un amigo de mi padre, aunque deseo tener una habitación para mí solo.
–¿No ha pensado en volver?
–No puedo volver. Si volviera decepcionaría a mi familia. Tengo que llegar hasta el final. Pero cuando hablo con ellos le digo que todo va bien. Si les contara la verdad, les llenaría la cabeza de preocupaciones.
–¿Aquí tiene amigos, alguien que le escuche, un paño de lágrimas?
–He concluido que los catalanes son más simpáticos que el resto de españoles. Hay buena gente. Incluso tengo un padre catalán, que me vigila de cerca cuando estoy en la calle. «Eh, Mansour, ¿y hoy qué?». Me da consejos que escucho. Solo puntualmente he notado alguna actitud racista.
–Un ejemplo.
–Una vez estaba en el andén del metro y una madre cogió a su hijo y se apartó de mí. Sentí un tremendo dolor aquí, en el pecho. La gente que estaba cerca le dijo a la señora que eso no estaba bien.
–Si su situación mejorase, ¿traerá a su familia?
–No. Europa me ha decepcionado profundamente. ¡Es tan diferente a como la había soñado! En situaciones así, lo que más echas de menos son los sentimientos. El amor... Siento dentro un gran vacío, que intento llenar caminando por la playa. Me recuerda a Dakar la playa.

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