domingo, 31 de mayo de 2015

Abro mi corazón, muestro un trozo de mi alma

Hoy abro mi corazón y muestro un trozo de mi alma. Cuento una experiencia muy personal y la enseñanza que me regaló y me sigue regalando. 

Y lo hago por si a alguien le es útil como lo fue y lo sigue siendo para mí.


Comienzo mi relato.

Lo supe después que sería su última semana de vida.
Lo que aquella semana vi fue un cambio radical que no acertaba a explicarme cuando se producía, fue después que entendí cuando ya supe que qué es lo que era.
No era otra cosa más que su última semana de vida.

Parece ser, y estoy convencido de ello, que cuando los seres humanos somos conscientes que nos acercamos a nuestro “gran viaje” o lo intuímos que nuestra conciencia, nuestros pensamientos, nuestras prioridades cambian.

Eso fue lo que le pasó sin duda.

No era la misma; apenas hablaba, no hacía nada de lo que hasta esa última semana hacía normalmente.

En el hospital estábamos en el mismo lugar, siguiendo el mismo ritual, pero ella era diametralmente diferente. 
Su mirada perdida a través del pequeño ventanal; apenas hablaba y si lo hacía era para decir repetidamente como si fuese un mantra:

Ay Marquitos,   -ella siempre me llamaba así-     si pudiese cuántas cosas cambiaría”.

Nunca, por más que le pregunté me acertó a decir qué es lo que hubiese cambiado.

Como hijo suyo que era y que soy, puedo saber, puedo intuir de qué y a qué se refería, pero eso pertenece a su intimidad y en parte a la mía también.

A los pocos días después de haberse “marchado” una persona cercana a mí la vio en sueños. 

Apenas se conocían, apenas tuvieron tiempo de conocerse y sin embargo la soñó y en ese sueño mi madre al visitarla le dijo:

Mírame, mírame.
Me he encontrado con alguien que me ha dado respuestas, ahora entiendo. 
Ahora estoy tranquila y en paz.
Mírame que bien estoy”.

Y esta persona, que esta onírica visión tuvo, me dijo que la vió radiante, la vió feliz, la vió vestida de blanco.

A nivel personal, y lo relato como añadido a esta vivencia muy personal mía, esta experiencia me dió dos regalos.

Por un lado un gran gesto de su amor por mí al eliminar la última imagen que de ella me quedó en esa última semana que pude “estar” con ella. 
De otro lado al no ser yo quien lo soñó evitando la posibilidad de autoengaño al dar la veracidad al hecho siendo soñada por alguien que no estaba emocionalmente tan ligada a ella.

Pero toda esta experiencia personal me ha dado en el tiempo otro regalo aún más grande.
Este es el regalo que quiero compartir por si a alguien le es tan útil como útil me está siendo a mí.

El regalo es eliminar el sentimiento que de culpabilidad se puede derivar de tomar conciencia de nuestras acciones.

Me explico y lo explico.

El otro día, repasando mi vida me cuestionaba si los errores de la vida son evitables, y me lo cuestionaba viendo mi vida y viendo desde la perspectiva del error mis decisiones tomadas en el pasado.

Creo firmemente que venimos con un programa de vida establecido. 

Ello lo demuestra el hecho de que las personas que han tenido la experiencia de muerte en vida al marcharse se encuentran con un ser    -yo creo que es el que encontró mi madre-   que te dice, si es que tienes que volver: 
¡Aún no ha llegado tu momento¡ 
¡Baja, has de acabar tu correcta acción¡”.

Él sabe,
Él lo sabe todo de tí.
Así que si Él lo sabe todo de tí entonces, por poco que te dejes, te guiará por el camino que nos pertenece.



Significa por tanto que “algo específico” nos corresponde hacer y que ese ser lo sabe. 

Yo creo que ese ser es nuestro Doble o Yo Esencial, o también definirlo como el Dios interior de cada uno de nosotros.

Yo creo también que se pueden dar las dos situaciones, a saber.
  • Que hagamos lo que debamos hacer aunque con el tiempo lo consideremos un error.
  • Que vivamos algo que no nos corresponde y que no es por tanto un “error” programado sino que se trata de un verdadero error porque en realidad es que nos estamos totalmente desviando de nuestra verdadera ruta.
En el primer caso:

Y si ese hacer, con el paso del tiempo, con la toma de conciencia lo consideramos desde un nuevo estado un error, ¿es eso justo?

Yo creo que no por lo que he deducido de mi propia experiencia y de la experiencia que mi madre tuvo a bien compartir por amor conmigo.
Y es que a veces hay que vivir determinadas experiencias que van a marcar el desarrollo de transito de esta vida.
Debemos hacer cosas que no sabemos el por qué y, sobretodo ni el para qué las hacemos. Sencillamente las debemos hacer aunque después nos digamos:
Ay Dios mío porqué hice eso así, ahora ya no lo haría”.

Y en el segundo caso:

¿Qué pasa?
Seguramente pasa que nuestro cuerpo se enferma de un modo que debemos entender como un mensaje de alerta el mensaje que nos da la enfermedad o eld esarreglo.
Seguramente pasa que no encontramos ni la paz ni la felicidad porque es como si fuésemos un ser en división interna; es como si fuese un jinete y un caballo en donde quien lleva las riendas es el caballo y no el jinete.

La vida sigue siendo un gran misterio que quizás nunca resolvamos.

Sin embargo hay muchas acciones, muchos protocolos de comportamiento que nos ayudan a vivir, y que de seguirlos con disciplina nos pueden llevar a un estado que podemos definir como de paz consigo mismo y con los demás, en armonía con la vida. 

Esos principios todos los conocemos casi todos. 
Es la poca practica que da el resultado que vemos a nivel colectivo y a nivel individual.


Una de las claves de la vida radica sencillamente en desear, pero desear desde las entrañas.
Desear que la Luz del conocimiento, de la conciencia, del desarrollo personal nos compenetre y nos roce y hacer qie la Luz forme parte de nosotros.

Un almabrazo.


Pd.: Gracias mamá por todo, por tí, por mí, por nuestro tiempo y por nuestra vida.



1 comentario:

  1. Gracias por tu relato, por compartir tu experiencia. Sólo comentarte que he conocido más profundamente a mi padre tras su marcha. Ese ha sido su regalo hacia mí. Un abrazo de luz.

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