miércoles, 20 de enero de 2016

Aprendiendo caminando... que es gerundio


…Caminante no hay camino,
Se hace camino al andar
Y al echar vista atrás
Se ve el camino que no se va a volver a pisar…”.
Dice una poesía musicada y muy famosa.


Hoy quiero escribir que este año 2016 tuve la oportunidad de iniciarlo haciendo algo de un camino.
Un camino que es muy especial.
Se le conoce como el “Camino de Santiago”.


Dice la leyenda que el apóstol Santiago en su peregrinar de evangelización hizo este camino   -de ahí su nombre-   y llego hasta Santiago de Compostela que es así cómo y porqué toma el nombre  la ciudad.

Leyendas de todo tipo hay en muchos lugares y quién sabe si como la leyenda del pirata de una isla a la que van los turistas es o no tan cierta.


Lo que sí que parece que es cierto es que se producen dos cosas especiales en ese camino.
Una. Que al pensar muchas personas que hay algo especial, algo de especial hay en ese camino.
Dos. Hay una línea energética telúrica especial en ese recorrido.

Eso da por resultado que quien lo hace “vive” algo.
Y vive algo, creo yo, cuando se aborda el camino como un viaje hacia uno mismo.
Yo no sé si los que lo hacen con sentimiento deportista   -tardar menos-   o en plan festivo con amigos o turístico le pasará lo mismo.
Seguro que algo si les "pasa".

Todas las personas con las que he hablado y que lo han hecho desde un “entregarse” han vivido algo.

Yo también viví algo y eso que solo pude hacer una única etapa de todo lo que es el recorrido
Me di cuenta que tenía una tendencia manifiesta a ver el paisaje que dejaba detrás y era ahí donde centraba mi atención… entendí también que eso era un reflejo de lo que hacía en la vida.



Otra de las cosas que aprendí es que el Camino de Santiago es como la vida.
Cuando sales a caminar no se tiene ni idea de lo que va a pasar, aun con todo y con eso se sale a caminar con confianza.


Pasarán cosas, algunas importantes otras menos, por ejemplo encontrar a alguien, que llueva de improvisto, que tengas que estar atento a los signos para no perderte, que tengas ampollas y ganas de dejarlo, que no sepas dónde vas a dormir o dónde vas a llegar, y sin embargo todo eso se asume con total naturalidad y confianza, es la esencia misma de la aventura.

Pensaba entonces que la vida debería ser lo mismo.
Esos mismos aspectos se pueden traspolarizar a la vida diaria y así vivirla como el camino con confianza, con entrega, con ilusión

El Camino de Santiago me hizo un regalo y eso que solo lo transité como se debe un solo día pero como dice el dicho:


Un viaje de cien mil pasos empieza siempre con un primer paso”.

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