domingo, 3 de febrero de 2013

De fractalidad y otras cosas


Hay dos formas de introspectarnos, entendiendo por introspectarnos saber quiénes somos, saber qué somos, saber cómo somos.


Una forma es a través del pensamiento. 
Es decir entrar hacia dentro de si mismo en aspectos íntimos nuestros: 
qué siento, 
cómo me siento, 
qué siento haber heredado de mis padres, de mis abuelos, 
qué esquemas de comportamiento repito de ellos, 
etc.

Otra forma es hacer como si estuviésemos ante un espejo. 
Si miramos los documentos que las nuevas tecnologías nos proporcionan podemos  ver:
cómo estamos constituidos por dentro, 
cómo actúan mis venas, mis arterias, mi cuerpo, 
cómo están compuestas mis células, 
cómo elimino los deshechos, 
cómo aprovecho todos los nutrientes, 
cómo se forma una nueva vida de un ser humano, 
etc.

Las dos formas son válidas, las dos formas nos llevan a destino.

La primera vía nos permite encontrar nuestra singularidad. 
Con la primera vía cada uno de nosotros tiene la certeza de que somos únicos y es que nadie es exactamente igual a otro ni en el aspecto físico, ni el aspecto emocional, ni en la propia historia personal.

La segunda vía nos permite encontrarnos ante el hecho real de que nuestra singularidad, si bien real no es más que una ilusión dado que somos todos iguales a todos y somos igual al todo.
La segunda vía nos permite añadir a esa singularidad encontrada el concepto de unidad y semejanza con el todo, poniendo más accesible y a nuestro alcance la comprensión del todo.

Y sin embargo los dos aspectos nuestros introspectados son aspectos reales.

El fractal es una forma geométrica cuya estructura básica, fragmentada o irregular, se repite a diferentes escalas. Este es un principio que se empieza a manejar en la concepción física de la realidad.
















Así comprendemos que lo grande y lo pequeño, aun variando en su escala es igual.
Nosotros por tanto somos, en el punto de la escala que ocupamos una realidad fractal que reproduce en su dimensión la totalidad de lo que nos contiene.

Hace tiempo escribía en este mismo foro un concepto en el que había reflexionado. Ese aspecto es que todas las cosas no tienen solo un doble aspecto, sino que tienen un tercero, a veces oculto y es el que encierra la clave de los dos aspectos mencionados.


Lo explica fácilmente el ejemplo de una simple moneda.
Podemos pensar que una moneda tiene dos caras, es decir cara y cruz, sin embargo sin el borde no existirían ambas. 


Otros ejemplos por ejemplo: día y noche tienen un tercer aspecto tiempo. Bueno y malo, conciencia, etc….

De la misma manera que hay dos formas de introspectarnos, es decir de conocernos hay también una tercera forma. 

Esa tercera vía es la del contacto con nuestro Yo esencial. Y ese contacto lo conseguimos cuando nuestros pensamientos son benevolentes, o mejor dicho cuando son lo menos malevolentes posible durante la mayor parte del tiempo pero esencialmente en el pensamiento ultimo antes de dormirnos.


Al igual que el universo y así como las partículas, las estrellas y también las galaxias, nosotros somos una realidad desdoblada y contactar con nuestro Yo Esencial es la forma no solo de conocernos sino sobre todo de vivir nuestra verdadera vida y por consiguiente de saber quiénes somos.




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