Hay
varios espectáculos maravillosos.
Bien
es cierto que como consta en el saber del refranero español que dice al respecto:
“el
libro de los gustos quedó escrito en blanco”, y así de este modo es
lícito que cada uno tenga sus gustos acerca de que un espectáculo pueda ser o
no maravilloso.
Sin
embargo, pienso que la mayoría estarán de acuerdo conmigo si digo que uno de
estos espectáculos maravillosos es la salida del Sol, es decir el momento de la
aurora.
He
de reconocer que no siempre me detengo a ver la aurora, pero es cierto que
suelo hacer por verlo y siempre siento una emoción especial.
En
una ocasión un muy buen amigo me contó que cuando estuvo en la selva, muy
arriba del río Amazonas, justo entre las fronteras de Bolivia y de Brasil que
una de las cosas que más le impresionó fue el ensordecedor ruido que, tanto de
día como de noche hacen los animales.
Es
imposible dormir de noche hasta que no te acostumbras al ensordecedor ruido que
allí hay.
Pero una de las cosas que más le sorprendió es que hay dos momentos
de máximo silencio, un silencio sepulcral.
Esos
dos momentos son justo antes de salir el Sol y el otro momento justo antes de
ponerse, es decir en el alba.
Es
difícil de explicarlo me decía mi buen amigo, es como si quisieran manifestar
un respeto, dar un signo de admiración.
Justo
el otro día desde casa veía el amanecer y pensaba en esto que escribo, pensaba,
mientras veía la aurora en esto que a continuación voy a escribir y en
escribirlo en este blog.
Ver
salir el Sol es algo único.
Cada
vez entiendo más a los antiguos componentes de antiguas civilizaciones que adoraban
al Sol.
Si
lo pensamos detenidamente absolutamente toda la vida en nuestra Tierra, y en
los planetas que dependen del Sol en el sistema solar que están bajo su influjo dependen directamente de
la actividad, de los tipos de actividad, que realiza el Sol.
El
Sol, a nivel macrocósmico es como una glándula endocrina, como un ovulo
cósmico.
El
Sol es un depositario/distribuidor de energía vital.
El
Sol se llena de la información creativa que emana de la Gran Mente Universal y
a través de los rayos solares va codificada de tal manera que, como semilla
fecundadora se manifiesta en el plano material de los planetas.
Todo
absolutamente todo está potencialmente codificado en el Sol, pero en un doble
sentido, es decir, todo lo manifestado, tú, yo, nosotros, todos los procesos
bioquímicos que hacen posible la vida, todos los animales, etc.
Pero también queda
codificado en el Sol todo lo que nuestra conciencia elabora, todos nuestros
pensamientos, todas nuestras emociones, todas nuestras realidades, todos los
futuros que creamos, etc.
Es por eso que se puede asegurar que nuestros vacíos y nuestra pérdida de conciencia, son, como feedback la causa de las manchas solares, .
Pero
el Sol, es más, mucho más.
Es morada de los Dioses y los Dioses en él intervienen.
Es morada de los Dioses y los Dioses en él intervienen.
Por
eso creo que, instintivamente conocedores de esta verdad los animales de la
selva saludan al Sol, le muestran su reverencia y su respeto.
Por eso creo
que la salida del Sol es un espectáculo maravilloso y cuando se observa desde
el conocimiento, la conciencia, la humildad es aún más maravilloso.
Amigote ... Muy oportuna tu reflexión sobre el sol macro y microcósmico. En el Tarot, creería que cabe la reflexión de ubicar dos soles; uno de aurora y creciente hacia el medio día, el Ermitaño (9), y otro una expresión mayor del 9 en el Sol (19), luz de medio día hasta el atardecer para reencontrarse en la oscuridad con el Ermitaño. La unión del 9+19=28=10=1. Por un lado la vitalidad necesaria que se le da al ciclo nuevo de la Rueda de la Fortuna (10), un nuevo día, un nuevo Mago (1).
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