CAPITULO VIII
Primeros pasos
Marco estaba esperándonos en
el aeropuerto de Orly. Enseguida nos preguntó por la muerte de Jared. Él
también le había cogido cariño.
La casa de mi madre era muy
grande. Estaba ansiosa esperando a Sami y Selena. Había mucho que preparar. En
pocos días teníamos programado un vuelo a Buenos Aires.
Marco y yo nos dirigimos a
la empresa. Tenía la intención de despedirme uno a uno de todos los empleados.
Algunos, sobre todo los más viejos, lloraban cuando les estreché la mano.
- Queridos
amigos. Tengo que agradecer a Dios que mi padre no está aquí para asistir a
este desenlace.
Como
Marco os ha dicho la globalización ha cambiado los mercados. Me consta que
tanto él como el equipo de dirección han luchado con uñas y dientes para
preservar vuestros puestos de trabajo. Algunos, por la edad os jubilaréis.
Quiero agradeceros la dedicación fiel y abnegada a esta empresa. Los que
seguís, espero que no os falte lo necesario para alimentar a vuestras familias.
Tendréis otros jefes y otros directivos, tendréis que tener paciencia. Nosotros
éramos una familia, pero el destino nos separa, seguramente para comenzar otros
proyectos. Gracias en nombre de mi padre y en el mío propio. El poco tiempo que
estuve trabajando con vosotros, me hicisteis más humano, más paciente y más
sensibles. Me disteis una lección de respeto y de amistad. Gracias de corazón.
No pude seguir, me entró una
tremenda congoja y las lágrimas cayeron furtivas por mi rostro. Marco se
adelantó para proseguir.
- Queridos
amigos: Negocié con uñas y dientes para que todos los mandos de la empresa
siguieran trabajando, pero no puede conseguirlo. Lo siento. Ahora mismo tenemos
un equipo en América estudiando un plan de negocio. Estamos en fase preliminar.
Nuestra intención es comenzar un nuevo proyecto y tenemos como proyecto
rescatar a cuantos podamos de todos vosotros. Quizás nos lleve tiempo, pero
tenéis la promesa de Jean y mía de que intentaremos volver a formar un equipo
con todos vosotros.
Gracias,
queridos amigos y compañeros.
Me di cuenta entonces que mi
hermano Marco era tan sentimental como yo pues no pudo evitar que las lágrimas
impregnaran la piel.
No tuve que firmar ningún
documento. Marco tenía plenos poderes míos. El dinero estaba ya depositado,
libre de impuestos en el Banco Cantonal de Lucerna en Suiza. Mi padre había
creado un gran negocio. Marco y yo nos habíamos propuesto invertir todo ese
capital en un nuevo proyecto.
El capital mío personal,
junto con el de mi madre nos permitía vivir sin problemas el resto de nuestra
vida. Pero había hablado con Sami largo y tendido sobre ese tema y tomamos la
decisión de asignar una cantidad generosa para la familia de Jared. Mi familia iraní
tenía que vivir con la misma dignidad que la mía propia.
Marco ya había gestionado
los billetes de Salmán y su familia. Incluso les había transferido una cantidad
suficiente para realizar el viaje a Francia y dos días después los billetes a
Quebec. En los próximos días yo mismo haría una transferencia al Banco Central
de Quebec para que Salmán y los suyos comenzaran sin esfuerzo una nueva vida.
Marco y yo tuvimos una
fuerte discusión pues no quería aceptar mi dinero personal. Él tenía lo
suficiente para comenzar de nuevo. Pero yo no podía aceptarlo. Marco había
trabajado como un loco para que a mi familia le llegara los dividendos de la
empresa durante muchos años y debía compensarle. Era como yo, tenía orgullo y
la autosuficiencia para él era una forma ética inviolable. Finalmente conseguí
convencerle y aceptó mi ayuda, prometiendo que ese dinero lo preservaría para
nuestros hijos ¡Era un maravilloso cabezota!
Finalmente hablamos con
Patrik el médico de la empresa. En los próximos días iríamos a vacunarnos con
las primeras dosis llegadas a Francia. Teníamos que esperar la llegada de
Salmán y los suyos, luego nos inyectaría suero salino en vez de aquel veneno y
nos extendería la correspondiente certificación. No fue necesario darle
explicación alguna, él no estaba a favor de la vacuna y lo haría encantado.
Patrik mismo nos facilitó varias cajas de ivermectina, el antiparasitario que
destruía al virus sin ningún problema.
Tres días después llegaron
nuestra familia mandea. Sami se ocupó de todo. Fue gratificante reunirnos de
nuevo. Salmán era extraordinariamente inteligente. Lo primero que hizo fue
destruir todo su vestuario. Quitó a las mujeres los maldito velos que cubrían
su cabeza y tanto su padre como él se afeitaron la barba, se vistieron al más
puro estilo occidental y eliminaron cualquier signo racial que pudiera
disminuir su libre tránsito por su nuevo país de acogida. Jared les había
enseñado bien. Eran mandeos, pero en el corazón, no en la apariencia.
Marco no quiso atosigarme
con el papeleo que enviaba telemáticamente nuestro equipo de Argentina. Mientras
tanto yo terminé de leer los documentos y libros que me había asignado Jared.
Dedique también tiempo a Sami, que había comenzado a sentir los primeros
síntomas de su embarazo y a veces se sentía indispuesta. Siguiendo las instrucciones de nuestro
venerable anciano solo se alimentaba de cereales, verduras y frutas. Nada de
carne ni pescado, ni excitantes o picantes. Yo por solidarizarme con ella
también me había impuesto el vegetarianismo y ciertamente me sentía cómodo con
dicha alimentación.
Salmán partió con los suyos
a Canadá. Pasarían meses antes de volver a encontrarnos.
Marco rescató a parte de su
antiguo equipo. Se trataba de sondear el mercado de cereales y carne en Europa.
La clave no estaba tanto en producir grano o carne sino en venderlo
ventajosamente. Jared nos había dicho que en poco tiempo el que produjese
comida sería el más rico del mundo. Marco, con una astucia o sexto sentido para
el negocio me había mostrado las maniobras de negocio de Bill Gates y otros
magnates del petróleo que estaban comprando febrilmente millones de acres de
tierra y los mejores acuíferos de América. Jared nos había dicho también que el
cambio climático generaría grandes hambrunas, sequías y explotación y que
debíamos aislarnos con astucia, vendiendo en Europa lo que producíamos
ventajosamente en América. Según él, el
más rico sería en el futuro el que poseyera la tierra.
Un mes después de la muerte
de Jared, todavía en Paris, le vi. Vino a mi sueño. Estaba radiante. Su aspecto
era más joven. Venía acompañado de dos seres altos, rubios, que vestían un
traje plateado ajustado a su cuerpo.
- Reúne
a tus hermanos dispersos por el mundo. Tu tiempo ha comenzado.
Aunque era la voz de Jared
yo sentía que eran los tres los que emitían a la vez en la misma frecuencia.
Luego se desvanecieron y yo
abrí los ojos definitivamente pues ya no pude dormir. Un extraño olor a nardos
perfumó nuestra habitación.
En la mañana Marco, su entrañable
esposa, Sami y yo, tomamos un avión rumbo a Buenos Aires. Allí nos esperaban
nuestro pequeño equipo de trabajo. Durante dos días nos informaron de las
posibilidades de negocio. Marco escuchaba con atención, pero no quería decir
nada. Estaba esperando mi opinión. Pero realmente yo era el menos indicado. Yo
soy esencialmente antropólogo y no hombre de negocios. Pero mi hermano no me
preguntaba en este sentido, sino que reclamaba mi intuición. El entendía, que
yo era el sustituto de Jared y pensaba que me vendría la inspiración o el
consejo del cielo o del mismo Jared, desde el otro lado.
Realmente, después de
escuchar cifras, estudios de mercado, aduanas, precios y otras tantas razones,
terminaba agotado y más confuso cada día.
- Por
favor amigos. Explicármelo con palabras sencillas, en forma resumida, y sobre
todo deseo saber vuestra intuición. Quisiera saber simplemente si vosotros lo
haríais; nada más.
- Rakoski,
uno de los ingenieros agrícolas que habíamos contratado al respecto tomó la
palabra:
- ¡Bien
Jean! Seré claro. Hemos investigado varias empresas y posibilidades. Realmente
tal y como están concebidas y cómo funcionan, no podemos comprarlas, pues son
una ruina. O en todo caso no dan suficientes beneficios para aguantar mucho
tiempo.
- ¿Entonces,
qué demonios hacemos?
- Tal
y como yo lo veo -replicó Rakoski- se deberían realizar dos líneas de negocio.
Una inmediata y no en Argentina, sino en Europa. La clave es conseguir clientes
que compren el grano y el resto de los productos con suficiente margen de
ganancia. El esfuerzo hay que hacerlo allí, no aquí.
Y a
largo plazo producir nuestro propio grano. Hemos sondeado las zonas que reúnan
calidad de la tierra y precio del terreno y efectivamente la zona que nos
sugeristeis en Jujuy, incluso Salta reúnen esas condiciones, pero hay que
moverse ya, puesto que los norteamericanos se están haciendo con las tierras
más fértiles y con más acuíferos. En todo caso nuestra producción podría ser
rentable en tres o cuatro años como mínimo, mientras tanto tendríamos que
comprar grano más caro y juntarlo con el que produzcamos. Pero la clave está en
Europa, no aquí.
- ¿Qué
opinas tu Marco?
- Mira
Jean. He dirigido una empresa durante años de componentes electrónicos y de
repente tengo que vender trigo, cebada y centeno. Por tanto, estoy un poco
perdido. En todo caso, y viendo lo que hacen los americanos, las previsiones
del cambio climático, la escasez de agua y otros tantos elementos, creo
sinceramente que, en pocos años, el que tenga la tierra y el grano será el
dueño del mundo. Y estoy de acuerdo con Rakosky en cuanto a la clave del éxito económico
estaría en Europa.
German, uno de nuestros
economistas, tenía un dossier en la mesa de reunión de varios ciento de
páginas.
- German
¿No se te ocurrirá agredirnos con esa enciclopedia? -Dije yo-
Todo se echaron a reír.
- Tranquilo
jefe. Lo voy a resumir. Si partimos del presupuesto o de la cifra que me indicó
Marco, en relación a la inversión aquí en Argentina. Puedo afirmar que tenemos
lo suficiente para comenzar, cubriéndonos con otro capital de riesgo. Me
refiero a que deberíamos cubrir las posibles pérdidas iniciales con un capital
de reserva. Y como dice Rakoski, comprar grano, almacenarlo y venderlo fuera de
temporada. El mayor gasto, como él dice lo daría Europa, por los aranceles, los
impuestos y los transportes. Pero si entramos en el mercado con buenos precios
y nos mantenemos dos o tres años, seguramente podríamos conseguir beneficios.
- ¿Lo
que propones por tanto es no ganar un duro durante dos o tres años?
- No,
hablo de ganar, hablo de no perder. Si aguantamos y nos hacemos con un buen
mercado con precios bajos, podríamos conseguirlo en un tiempo cercano.
Habían pasado dos días con
reuniones maratonianas y estaba sencillamente agotado, pero se trataba de una
responsabilidad que implicaba a muchas personas y no quería fallar.
- ¡Bien,
queridos amigos! Necesito una tregua. Mañana tomaremos una decisión. A estas
alturas, quizás lo que tengamos que poner en marcha, sea, pura y simplemente la
intuición.
Dejamos al equipo en el
hotel. Era la hora de la cena. Tomé a Marco por el hombro y salimos al jardín.
- Mira
Marco. A estas alturas y con todo el aluvión de datos que me habéis expuesto.
Tengo que echar mano de la intuición. Si te das cuenta, estamos cumpliendo a
rajatabla y sin quererlo lo que nos había dicho Jared. Yo tengo una confianza
absoluta en su predicción. Por tanto, yo, no tengo dudas, hay que lanzarse al
reto.
Por
otra parte, nuestro equipo me parece sincero, preparado y honesto. Para mí es Ok,
pero no tomaré ninguna decisión sin saber lo que piensas.
- ¡Bueno
Jean! Se te está olvidando lo más importante y no es precisamente la empresa,
sino nuestro proyecto familiar. Se haga o no la empresa, nuestro destino está
trazado. Y no hablo de negocios ni de cuestiones comerciales, sino del trabajo espiritual
y de conciencia que debes poner en marcha. Para mi esta cuestión es más
importante. La empresa para mi es, más de lo mismo, pura rutina. Lo que me da
miedo es nuestro trabajo de conciencia.
- ¡Demonios
Marco! Me sorprende que me hables así. No te conocía en esa faceta. Ahora
resulta que el místico y neurótico eres tú.
Marco se echó a reír,
poniéndome su mano sobre mi hombro.
- Debo
decirte, querido hermano, que me quedé absolutamente impresionado con Jared.
Aquel anciano tenía algo especial. Me movió por dentro. No sabría explicártelo,
pero me dijo algo que me ha dejado inquieto desde entonces. Tengo miedo de
fallar o no estar a la altura.
- ¿Pues
qué te dijo? Me estás preocupando.
- Me
dijo que la empresa sería simplemente la tapadera de tu verdadera tarea. Me
aseguró que a nuestra casa vendrían seres elevados. Me dijo que se agruparían
en torno a ti, setenta y dos seres de todo el mundo que serán en el futuro los
que cambiarán el mundo.
- Me
dijo que esa gente eran los mismos que se juramentaron con Akenatón para servir
los designios de la Suprema Inteligencia. Pero, sobre todo, querido hermano, me
dijo que, si no estaba a tu lado, no podrías realizar esa tarea. Y lo que me
dejó todavía más atónito es saber que yo era uno de esos seres.
Según
pude entender el modelo de vida que nosotros pondremos en marcha aquí, se
reproducirá en todos los continentes. Serán pocos al principio, pero ese
ejemplo cambiará el mundo.
E
insistió en decirme que no te dejara solo. Que en todo momento sentiríamos la
presencia de entidades celestes junto a nosotros.
Dijo
que escribirías una serie de libros que despertarían a los seres de una nueva
conciencia. Tu sentirás en tu cerebro la palabra de los hermanos del cielo.
No pude sino llorar y
abrazar a Marco. Por algo siempre le había considerado como un hermano, y es
que, efectivamente era mi hermano espiritual.
- Menudo
consuelo, Marco. A mí me pasa como a ti. Estoy simplemente acobardado. ¿Cómo
demonios nos han ocurrido esto a nosotros? Y además en poco más de un mes.
- Cierto
Jean. Ha sido una bomba.
- Que
me cuentes ahora todo esto me da fuerza. Te diré que llevo escritos ya
doscientas hojas de un libro que espero terminar en breve. En él, cuento las experiencias de Jared. Y debo
decirte, asimismo que lo que escribo, me viene a la cabeza a tal velocidad que
mis dedos no pueden escribir las imágenes que veo en mi interior. No he querido
decir nada hasta ahora, pero al escucharte, no puedo sino maravillarme de
nuestro querido anciano, que incluso después de muerto sigue dirigiendo
nuestras vidas.
Dos días después pisábamos el
Valles de Jujuy, en Laguna de Yala. Fueron nuestras mujeres las que decidieron
que era allí y solo allí donde debíamos fijar nuestra residencia.
Ha pasado un año y medio
desde que Jared marchó a las estrellas.
Esta pequeña novela no es
sino un testimonio de amor y de cariño a nuestro querido padre espiritual. Lo
que venga a partir de ahora será otra crónica, que comunicaré oportunamente.
Hace un mes que terminaron
nuestras casas en Jujuy. Son funcionales, pero amplias. Marco vive a escasos
cien metros de nuestra casa.
Nuestro hijo nació
felizmente. Para mi es el ser más guapo del mundo. Tiene los ojos de su madre y
se parece a mi como una gota de agua.
Marco y su equipo crearon la
empresa y establecieron un mercado próspero en Europa.
Compramos en Jujuy y Salta,
varios millones de hectáreas, que hemos dedicado al cultivo de cereales
diversos.
Rakoski y su equipo crearon
una empresa que esta a la cabeza de exportación de cereales en toda Sudamérica.
Recuperamos a casi la mitad
de los empleados de mi padre. Y además por puro coraje, pusimos en marcha otra
empresa de microprocesadores en Canadá.
Hemos conseguido varios
contratos con la Nasa y colaboramos con diversos institutos tecnológicos de
diversas naciones y universidades.
Tal y como habíamos
previsto, ahora mismo comenzamos a recibir los primeros beneficios de todo ese
esfuerzo.
Tenemos ya cerca de mil
trabajadores vinculados directamente a nuestro grupo empresarial y otros tantos
en nuestra red de influencia directa e indirecta.
La familia de Jared nos
representa en Quebec y pasan la mitad del año en Jujuy con nosotros.
Todo se ha dado como nos
pronosticó Jared.
Esto es la tapadera que
mostramos al mundo para encubrir la verdadera misión que pusimos en marcha como
Hijos del Sol.
Por unanimidad de toda
nuestra gente hemos puesto en marcha una ONG, que distribuye millones de
toneladas de grano a los pobres del mundo. El veinte por ciento de los beneficios
de nuestras empresas se dedica a este fin.
Siguiendo el ejemplo de mi
padre. Marco y yo tenemos el cincuenta y uno por ciento de todo el Holding
empresarial. El resto se ha distribuido entre los empleados.
Hace cuatro meses terminé mi
primer libro, ahora estoy escribiendo el segundo. El éxito fue inmediato. En
mayor medida, porque en el anuncié diversas profecías que nos anticipará Jared
y que se están dando.
Tal y como él decía. Los
efectos de la vacuna comienzan a producir los primeros síntomas de autismo y
procesos degenerativos entre la raza.
Consulto periódicamente el
altar que me confiara Jared, invocando a los setenta y dos y tengo que
reconocer que efectivamente, de una manera extraña y con diversas metodologías
que ahora no puedo comentar, me llega información de los hermanos superiores.
Al día de hoy tanto Marco
como yo mantenemos reuniones secretas con los primeros iniciados que han venido
a nosotros. En breve comenzaremos otro módulo de convivencia en Canadá, que
seguirá nuestro modelo.
No comentaré más. Podría
rellenar miles de cuartillas explicando el lado esotérico, oculto y espiritual.
Pero, sin menospreciar a cuantos están leyendo esto, no creo que la mayoría
este preparado para aceptarlo. Debo por tanto esperar a que se den varios
acontecimientos traumáticos en la humanidad para verter cuanto me ha sido
revelado.
Debo esperar que se reúnan
los setenta y dos. Será entonces cuando contare lo que ahora no puedo decir,
pues yo solo soy el portavoz. Dependo de ellos. Soy uno más del grupo.
Gracias por escucharme.
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