Lo mejor de la transformación de una crisálida, al final, se convierte
en mariposa.
Lo mejor de la tormenta, al final, la calma y el arco-iris.
Lo mejor del proceso de formación de un bebé, al final, su nacimiento.
Lo mejor de una buena comida, al final, el postre y la charla con los
amigos.
Lo mejor de una actuación en el circo, al final, el número final.
Lo mejor -no siempre- de una relación sexual, al final, el
orgasmo.
Lo mejor de…, al final,…
Al principio no entendía porque casi todo lo mejor se deja para el
final, o porque todo lo mejor ha de ser al final.
Debe ser en parte porque el recuerdo del final es el recuerdo que
queda más impreso y justamente por ser el último.
Es como los pensamientos, el último es que el importa.
Si siempre, o casi siempre, lo mejor está al final.
Entonces, por ese mismo principio lo mejor de la vida, está al final,
la muerte.
A la muerte se la teme, se la ignora, se la evita.
Mi madre decía que era una certeza absoluta ya que nadie se había
“quedado” aquí.
Por eso me impactó lo que aprendí de los aprendices de chamanes que
decían que la muerte es una compañera que viaja con nosotros siempre y que pensar
en ella nos ayuda a vivir mejor.
La idea de la muerte es una idea que suele asustar y que, no obstante,
a todos nos ronda por la cabeza alguna vez, a mí me pasa también como a todos,
la he pensado.
Sin embargo si es el final y lo bueno se deja para el final sin duda
tiene que ser buena.
Cuando nacemos, “venimos” a aquí desde algún lugar, cuando morimos
imagino que debe ser lo mismo pero en dirección opuesta, y lo que aquí vemos
como “morir” debe ser “nacer” visto desde aquel lugar al que vamos.
Imagino que si todo es doble y la física cuántica nos habla de
Universos paralelos, es posible pensar pensando en acertar que vamos a ese
Universo paralelo.
En este mismo espacio he hablado de personas que sabían mucho del
viaje, he hablado de personas cercanas a mí que vivieron la experiencia,
durante un tiempo de estar “muertos” aquí y “vivos” allí, y nadie, de quien yo
haya tenido conocimiento habla mal de la muerte, sino todo lo contrario.
Pensándolo bien en vida morimos “muchas veces”.
Cuando de bebe, pasamos a niño.
Cuando de niño pasamos a adolescente.
Cuando de adolescente pasamos a adulto, y dentro del periodo de adulto
hay varias etapas que se suceden entre sí como una especie de muerte o mejor
dicho renacimiento y todas ellas concluyen en la vejez.
Somos siempre el mismo y sin embargo no nos sentimos el mismo aun si
en verdad somos el mismo. Es por ello de alguna manera digo morimos y no por
ello nos espantamos.
Cuando en la vida ya no miramos solo para adelante, sino que podemos
mirar también para atrás porque ya hay un vivido vemos que han pasado etapas en
las que nos vemos totalmente diferentes a nosotros mismos en cada una de ellas
sabiendo y sintiendo sin embargo que somos el mismo siempre.
Eso se acentúa cuando vemos fotos nuestras de esas etapas.
Sin pensarlo pero ya vivimos muertes, transformaciones, renacimientos
Y quizás lo que mejor lo ilustra es el sueño de cada noche nos trae
cada día.
Ese dormirse es mágico y puede y debe servirnos de entrenamiento para
ese día que a todos nos llegará, pues como bien decía mi madre: “Aquí no se
queda nadie”.
He aprendido que ese instante, el de dormirse puede cambiar nuestra
vida…
Repasar lo hecho durante el día, hacer balance y hacer la paz con
nosotros mismos y con todo nuestro entorno; por lo hecho y por lo no hecho, por
lo dicho y por lo no dicho… Vigilar que el último pensamiento que tengamos sea
el más benevolente posible.
Esa magia permite renacer al día siguiente con inusitada y renovada
energía.
Durante la magia de la noche se establece el contacto con el “Yo
esencial” de cada uno de nosotros y la benevolencia de ese último pensamiento
antes de dormir garantiza ese contacto del que a veces, un sueño recordado,
puede ser el comprobante de que a pesar de ir a otra realidad paralela -quizás en un universo paralelo- seguimos vivos; igual que cuando creemos
que morimos a esta vida.
Si cada día y cada noche es un ciclo de vida y de muerte.
De vida cuando despertamos y de muerte cuando nos dormimos -aunque si soy sincero pienso que el orden
habría de invertirse.
Vivimos cuando dormimos y morimos cuando despertamos- y es que lo mejor casi siempre…
Al final del día, la noche.
Al final de la noche el día.
Al final del viaje, el reposo.
Al final del reposo el viaje.
Al final de camino, más cerca de la meta.
Al final del final el principio de un nuevo principio.
Si por eso casi siempre, lo mejor para el final.
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