En el origen de su origen el ser humano poseía el don de la
telepatía.
No le hacía falta, por consiguiente, expresar mediante la voz
sus pensamientos.
Tener esa capacidad, la de la telepatía y por tanto innata en
nosotros, precisa de una benevolencia de pensamientos excelsa.
En el simbolismo del libro de las metáforas por excelencia, La
Torre de Babel expresa metafóricamente que el hombre, para entenderse necesitó
y necesita de las palabras para expresar sus pensamientos, perdiendo la
capacidad de ser telepata, el hombre necesita pues de la palabra para entenderse.
Cuando hay armonía de almas, y cuando esa armonía de almas se
basa en la armonía que cada ser tiene consigo mismo, el entendimiento no
precisa de las palabras.
Una mirada, un gesto, una pequeña frase, es entendida en su
totalidad.
Y a veces, para recordarnos que esa realidad es nuestra,
vivimos esa experiencia de entender y de ser entendidos sin palabras o con muy pocas y es de ese modo por consiguiente que sentimos
el gusto de plenitud que ello proporciona.
Un determinado pensamiento produce emociones y las emociones pueden inducir pensamientos.
Me he preguntado muchas veces si el pensamiento produce emociones o bien si las emociones producen pensamientos.
Me he preguntado muchas veces si el pensamiento produce emociones o bien si las emociones producen pensamientos.
Creo que pasan las dos cosas.
“CADA VEZ QUE ME DICES LO QUE AL RESPECTO DE LO QUE TE DIGO COMENTO JPGM LE ESTAS QUITANDO VALOR A TODO LO QUE YO TE EXPONGO SOBRE EL TEMA, ES COMO SI ME DIJERAS QUE NO TE IMPORTA NADA LO QUE YO DIGO Y QUE NO TIENE NINGÚN VALOR, NI QUE TAMPOCO LO TIENE PARA TI”…
Es lo que me dijo una persona después de haber estado durante
unos días de un tiempo cercano hablando en distintos momentos de lo humano y de
lo divino, de lo divino y de lo humano.
Con su expresión mi interlocutor expresó con palabras lo que
sentía.
De ese modo y a su forma mi interlocutor puso a su
pensamiento, y a la emoción que sus pensamientos le producían las palabras que definían
lo que él creía.
En esa frase que me oí decir se mostraba evidentemente también
un aspecto de enfado.
Era la manifestación del pensamiento que definía la emoción
que mi actitud le había inducido.
Mi intención en absoluto fue esa, aunque puedo entender que
mi pasión al explicarme en la interrelación hablada pudiese producir esa
sensación.
Mi intención real era dar otro aspecto como punto de
referencia para dar una alternativa, desde mi punto de vista válida para tener
otro enfoque sobre el tema que tratábamos en el dialogo.
Desde un punto de vista, que al menos yo considero más correcto,
hubiera sido mejor decir algo del estilo:
“El
hecho de que cada vez que hablo de…. Me hagas referencia a lo que expresa JPGM
me hace sentir que no tienes….”.
De haberse expresado en esos términos hubiese manifestado más
claramente que la persona puede haber sentido no necesariamente es lo que yo
quería hacerle sentir.
En la interrelación humana he aprendido que debemos asumir la
responsabilidad de cómo manejamos la información que recibimos.
En vez de decir: “Tú eres…”,
es mejor expresar: “La experiencia que en
mi interrelación he vivido contigo me hace pensar que…”
El valor que la palabra tiene en el ser humano es que es
capaz de cambiar nuestros pensamientos, y dado que los pensamientos crean
futuro un modo correcto de expresar puede ayudar a crear por consiguiente un
mejor futuro.
A veces se añade a este campo de la comunicación la
dificultad de no saber expresar correctamente lo que se siente y lo que se
quiere decir pero eso es otra cuestión.
No es fácil unificar el pensamiento y ello debido, entre
otras cosas, a la propia historia de cada uno.
“¿Qué ves en esa figura…?"
Le pregunté a un joven acompañante en un pequeño viaje en coche mientras veíamos en la parte trasera de un camión que nos precedía un grafitti
que había sido pintado y que trato de reproducir lo más fielmente posible en
esta imagen.
“¡Un extraterrestre
llorando¡”,
me dijo.
Me respondió
“¿Y tú?”,
“Pues yo veo un hombre
que se va a dar un golpe con la cabeza y que tiene la espalda inclinada”.
Sin duda lo bueno sería preguntarle al autor del dibujo cuál
era su intención.
Y a veces estos juegos inofensivos de interpretación son la llave que nos da acceso a la cerradura de la puerta que nos abre el interior de una persona y de cómo ve el universo, pues lo que pensamos es, de
alguna manera, un reflejo del universo interno de cada uno de nosotros.
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